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Algo sobre mí

Algo sobre mí

Empleado de banca jubilado, amante de la música y la literatura, la naturaleza y las humanidades. Nacido en Guadalajara y conocedor ferviente de la provincia. Actualmente con residencia en Madrid, después de un largo peregrinar por diversas ciudades en razón a mi profesión; que ahora con ilusión trato de vivir esta nueva aventura, pues siempre he creído que la providencia nos ha dado el sueño y la esperanza como compensación a los cuidados de la vida.

09 marzo 2010

Un visionario para un pueblo

¿Cómo se explica que estando gobernado el mundo por una Providencia, los hombres buenos estén sometidos a tantos males?

¿Será que el destino prueba a los hombres con fatigas, dolores e infortunios para hacerlos verdaderamente fuertes, que a quienes sufren continuas contrariedades los obstáculos les curten, y no se rinden a la desdicha luchando contra las calamidades?

Así le sucedía al viejo e histórico Pueblo, de curtidas y sufridas gentes, que tras repetidos quebrantos en su larga historia, se había mantenido inmutable y erguido en medio de los vaivenes de sus gobernantes.

Hace ya tiempo que sus ciudadanos estaban alborozados al ver como un joven varón de buen porte, de aspecto mesiánico, ingenioso y con sonrisa batiente les cautivara. Quedaron embelesados, por las promesas de guiarles por horizontes de grandeza, encendiendo pasiones y exaltando sus almas, derrochando promesas  y ofreciendo ancho camino hacia la libertad, y de librarles de las miserias de la humanidad  y del ocaso en que les habían sumido anteriores próceres.

Veían en aquel hombre, del que ignoraban su historia, la solución de todos sus problemas.  Aceptaban su buen talante, que estimulaba sus ilusiones y placentero futuro para convertirlos en dechados de felicidad con  poco esfuerzo y muchas dádivas.

Rendidos quedaron ante las dulces  promesas que recibían de tan encantador y misterioso personaje.

Veía el viejo Pueblo al recién llegado como un iluminado, que anunciaba luchar en todo el orbe de la tierra por una causa justa, con gran denuedo a fin de unir a todas las civilizaciones hasta conseguir un nuevo orden mundial.

Comentaban que se trataba de un alma noble invocando para que todos los mortales vivieran siempre felices sin pasar una pena en el alma. Casi todos pensaban que se trataba de un varón magnánimo, pero la suspicacia que engendra la condición humana  empezó a cuestionar cómo lo podría conseguir, si ni  la fortuna ni su talento le brindaban  la ocasión de mostrar su virtud, viendo que no cambiarían sus problemas por mucho platicar y poco laborar.

El ingenuo pueblo, que anhelaba superar sus desdichas  y anclar su destino en playas de paz y felicidad, fue seducido por uno de los seductores de voluntades que pululan por los confines de la tierra en la búsqueda de su particular gloria.

Pronto acudieron a su alrededor osados trepadores y advenedizos oportunistas, mezquinos y egoístas a conseguir privilegios con afán desmedido de riquezas y poder, que colaboraron en enmascarar la realidad de un declive que pretendían ocultar, creando un clima de desconfianza, sembrando vientos y cosechando huracanes, que más tarde sufrirían un inesperado naufragio en el mar del descontento en general.

Poco después  se lamentaban los ciudadanos de su error y su ceguera al sufrir nuevas ignominias y conocer su estado de pobreza, mayor de la que antes padecieran,  viviendo con tristeza la inestabilidad de su futuro y observando a la cohorte de satélites, de los que se rodeó el personaje, campando a su libre voluntad, como si de un cortijo privado se tratara.

Perplejos y atribulados no entendían que sus vidas estuvieran en manos de gentes tan poco fiables,  y estaban afligidos por el devenir de los acontecimientos, observando que manipulaban a su antojo el pasado de su Pueblo con ánimo de dividirles  en lugar de  unirles.

Una vez más en el camino de su historia,  como si una ley infalible y eterna se cebara en su triste destino, se seguirá escribiendo lo mucho que aún ha de padecer el glorioso pero sufrido Pueblo, y que solo la Providencia conseguirá espantar de sus campos a los iluminados que siempre han atormentado a sus ciudadanos.

¿Por qué te quejas Pueblo, tan sagaz para algunas cosas pero ciego para elegir los timoneles de tu destino, que con tanta facilidad te rindes ante  indoctos y soñadores que te venden fantasías?

¡Pueblo ingenuo, que te modelan temperamentos indolentes y amodorrados, a falta de varones siempre vigilantes para conseguir un pueblo más recio y creíble!

Antes se te acabarán las lágrimas que las razones para lamentarlas, considerando las muchas penalidades que se ciernen sobre las espaldas de tus ciudadanos. Pero no pierdas la esperanza, ni derrames lágrimas inútiles, pues  un Pueblo, que  ha escrito gloriosos episodios en su extensa historia, no debe ser merecedor de semejantes sufrimientos `por los desvaríos  de un visionario.

 Aparta consuelos vanos y la amargura de tu espíritu, que has de seguir luchando y soñando por un futuro mejor, en el que se imponga la racionalidad y el sentido común de reglas y principios, éticos y morales.


Madrid, Marzo 2010