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Algo sobre mí

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Empleado de banca jubilado, amante de la música y la literatura, la naturaleza y las humanidades. Nacido en Guadalajara y conocedor ferviente de la provincia. Actualmente con residencia en Madrid, después de un largo peregrinar por diversas ciudades en razón a mi profesión; que ahora con ilusión trato de vivir esta nueva aventura, pues siempre he creído que la providencia nos ha dado el sueño y la esperanza como compensación a los cuidados de la vida.

05 mayo 2011

Barcarrota: una excursión por Extremadura

A mi buen amigo Sarbelio
que goza de arraigo extremeño


Octavio, ilustre extremeño y alcarreño de adopción, se había jubilado recientemente y ahora recordaba a su nieto Cesar lo que, desde hacía tiempo, le había venido prometiendo una vez llegara la feliz situación laboral que desde hace unos días venía disfrutando.

Estaba muy ilusionado de llevar a su nieto de excursión por tierras extremeñas, pero especialmente para que conociera el lugar donde había nacido Paulina, su querida e inolvidable esposa, la abuela de Cesar que no había conocido, pues falleció antes de que él naciera.

Se trata del municipio de Barcarrota, de unos cuatro mil habitantes. Pertenece al Partido Judicial de Jerez de los Caballeros, comarca de los Llanos de Olivenza, en la Provincia de Badajoz. Deseaba aprovechar las próximas vacaciones de su nieto, en la segunda quincena del mes de Junio. Con trece años estaba estudiando el segundo curso de Educación Secundaria Obligatoria en el Instituto Brianda de Mendoza, uno de los más antiguos de Guadalajara, que fue fundado en 1.837. Era un muchacho listo y muy juicioso, ávido de aprender sin tener que forzarle al estudio. Tenía predisposición por la historia, y por ese camino del conocimiento enfilaba su posible carrera universitaria.

Abuelo y nieto estaban felices esperando el viaje proyectado, que una vez convencidos los padres del muchacho, lo realizarían en el flamante coche recién comprado por Octavio para celebrar el retiro de su vida laboral. Decidieron partir próximamente hacia su aventura.

Madrugaron un día soleado ya iniciado el verano. Tomaron la A-2 hasta Madrid, donde enlazarían con la A-5 para llegar pronto al destino que habían decidido en su primera etapa. Pararían en Trujillo, donde pasarían la noche, para reponer fuerzas con un buen almuerzo, que por aquellos lugares suelen deleitar en excelente mesa con productos típicos de la tierra, donde normalmente nadie marcha descontento de su gastronomía. Aprovecharían para visitar su monumental conjunto histórico, el castillo y algunos de los muchos palacios, y el monumento ecuestre erigido a su ilustre hijo: Francisco Pizarro, y pasearían por sus calles con definido sabor medieval.

Después de un sueño reparador, en el desayuno decidieron hacer el resto del viaje en un tirón hasta Barcarrota, que distaba unos 175 kilómetros. Deberían seguir por la A-5 hasta Talavera la Real, lugar donde está situada la base militar y escuela para pilotos de aviones a reacción, y desde allí tomar la N-435 dirección La Albuera que les llevaría en unas dos horas a su destino.

Pronto estarían a las puertas de Mérida, una vez salvados los 90 kilómetros que les separaba desde Trujillo. Estaban en la duda de seguir su camino hasta Barcarrota o hacer una visita rápida por la histórica, monumental y antigua Emérita Augusta, pero pensaron seguir adelante hasta su principal destino. No obstante Octavio dijo a su nieto: Cesar, al regreso pasaremos a visitar, por lo menos el teatro romano y el Museo Nacional de Arte Romano, que al salir de casa me lo recordaste para tomar apuntes para tus estudios.

Octavio, para distraer a su nieto en el último tramo que les quedaba hasta llegar a Barcarrota, pensó en contarle la historia sobre los libros "emparedados" por un judío converso allá por el siglo XVI. Así pues, le dijo:

-Como sé que te gusta la lectura de autores clásicos y especialmente el Lazarillo de Tormes, cuentan de un ilustre nativo de Barcarrota llamado Francisco de Peñaranda, persona que aparentaba haberse convertido al cristianismo, escondió en los muros de su casa varios libros de incalculable valor, entre ellos una edición perdida de "El Lazarillo de Tormes", y otros también importantes, entre ellos: "El Alboraique" y "La Oración de la Emparedada". Todos editados a mediados del siglo XVI. Las obras fueron descubiertas cuando se derribó la casa donde habían sido escondidos. Parece ser que la edición de "este Lazarillo" impreso en Medina del Campo en 1.554 nadie lo conocía, por lo que despertó singular interés en círculos literarios y expectación en la región extremeña en particular; cuya colección lleva, con cierto orgullo de los barcarroteños, el nombre de Biblioteca de Barcarrota.

Según los estudiosos en el tema, señala como propietario de los libros a un médico de origen judío, que pudo esconderlos para ocultar su actividad ante las campañas de limpieza de sangre que llevaba a cabo la Inquisición.

-Interesante historia abuelo, -contestó Cesar- Pero debieron ser aquellos tiempos algo tenebrosos, por el hecho de que una persona tuviera que ocultar determinadas aficiones literarias, so pena de ser juzgado y hasta quemado en la hoguera, como creo terminaron muchas personas por cuestiones político-religiosas.

-Así era Cesar, y no han cambiado mucho los tiempos, pues ahora aún existen lugares en el mundo en que lapidan, fusilan y cuelgan a las personas por circunstancias que sorprenden a toda alma sensible.

Cuando se quisieron dar cuenta ya estaban en el término de Barcarrota observando sus impresionantes campos de apretadas dehesas de encinares, alcornoques y monte bajo, donde pactan enormes piaras del cerdo ibérico que producen la rica chacinería extremeña. Al rato estaban entrando en el pueblo y Octavio dijo a su nieto:

-Antes de buscar donde almorzar, que muchos y buenos sitios los hay, pasemos por la Iglesia de la Virgen del Soterraño, patrona de la villa, que allí empezaremos nuestra visita turística, además de dar gracias a la Virgen por el feliz viaje que hemos tenido, que de bien nacidos es ser agradecidos.

Pasaron a la Iglesia. Una joya del gótico. En su origen fue pequeño santuario, que a finales del siglo XIV se convirtió en una iglesia constituida por una sola nave gótica de belleza incomparable, La Virgen ocupa el centro de espléndido retablo barroco, junto con un Cristo gótico y dos hermosas pinturas, una del pintor Morales y la otra de Covarsí, que desde el punto de vista artístico son lo más notable, y diversas obras de rejería local. La talla de la Virgen es probablemente de origen visigótico.

Según la leyenda, sería la Virgen la que propicia el nombre del pueblo, al aparecerse a un pastor que en ese momento remendaba una albarca que tenía rota. En principio se llamó Villanueva de Albarcarrota, y con el tiempo perdería la primera sílaba de su nombre y la característica de Villanueva para quedarse en lo que es hoy.

Después de haber realizado la primera visita y cumplir con sus principios religiosos, salieron nuestros personajes en busca de lugar donde yantar y después buscar alojamiento para dos noches de estancia en Barcarrota.

Patearon por calles angostas con hermosas casonas nobiliarias, de ricas balconadas enrejadas y de recias portadas graníticas con blasones de ilustres nobles del lugar y bellos edificios de estilo colonial. Plazoletas, fuentes, arcos y pasadizos con rincones insólitos y pintorescos. Llegaron a la Plaza de España, donde está situada la Casa Consistorial y en el centro el monumento erigido a su ilustre hijo Hernando de Soto, conquistador del sur de los Estados Unidos de Norteamérica, al que los barcarroteños le tienen especial recuerdo, y sienten el orgullo de haber sido la primera población de España que erigió un monumento en 1.866 en honor a la Conquista de América.


Dieron pronto con un lugar conocido por Octavio donde decidieron aplacar sed y apetito. Como el día era caluroso apostaron por un buen gazpacho extremeño y una degustación de los derivados del rico cerdo ibérico de la tierra, regados con vino y postre también del lugar.

Después buscaron el hostal que habían visto en su patear por las calles de la villa, para dejar las pequeñas maletas que llevaban y descansar con un rato de siesta, que como buen español a esos menesteres estaba acostumbrado Octavio. Después de esa noble función se refrescaron con una buena ducha y no tardaron mucho en salir para seguir viendo los bellos rincones que ofrecía Barcarrota a los visitantes.

Conviene recordar que el origen de Barcarrota se pierde en un lejano pasado, y se desconoce realmente cuales fueron las primeras tribus que poblaron los lugares donde ahora está situada la villa. Los historiadores apuntan a los ascendientes de los íberos. Hay presencia de monumentos megalíticos en todo su término, por lo que hace pensar que era zona deseada por los pobladores de la antigüedad, por la abundancia de sus aguas y la feracidad de sus tierras. Pero como núcleo de población estable hay que remontarse a la Edad Media como poblado árabe posteriormente conquistado para el reino de León por el Rey Alfonso XI. Después de los muchos avatares habidos en su larga historia, que serían prolijos de enumerar, la localidad de Barcarrota se constituyó en municipio constitucional de la región de Extremadura desde 1.834, quedando integrada en el partido judicial de Jerez de los Caballeros

Estando cerca de la Plaza del Altozano, decidió Octavio dirigirse hasta ese bonito sitio, y ya en el centro de la plaza se dirigió a su nieto en los siguientes términos:

-Este lugar tiene una historia trágica que te voy a relatar. Donde ahora observas una bella perspectiva, hace mucho tiempo ocurrió, ignoro si es leyenda o historia real, un romance entre dos jóvenes cuya relación no era bien vista por las familias de ambos, por cuya razón se veían a escondidas y la joven se desplazaba hasta donde tenían la cita, envuelta en una prenda a modo de sábana para no ser reconocida. La imaginación popular llevó a sospechar se tratara de un fantasma o persona con no buenas intenciones que pululaba por la villa asuntando a sus gentes. El alcalde celoso de cumplir con su deber, una noche quedó al acecho y armado con una escopeta, abatió de un disparo a la misteriosa figura embozada, descubriendo que no era otra que su propia hija. Así pues, la cruz que corona la fuente del siglo XVII que estás viendo en el centro de la plaza, fue colocada en memoria de este trágico suceso.

Pensaron rematar la tarde recorriendo las calles principales de la villa, de singular estilo arquitectónico, destacando Toledillo y Jurumeña, donde radicaba la antigua judería barcarroteña, con su peculiar trazado medieval; y aún se pueden apreciar los arcos que sustentaban las puertas de acceso al barrio, que fue creado a partir de la conquista cristiana.
Continuaron su paseo por estrechas calles de deslumbrantes fachadas blancas, donde uno sentía haberse parado el tiempo. Admirando su bella artesanía de herencia árabe y judía, que todavía está presente en calles y edificios, y destacando la famosa cerámica de Cuerda Seca.

A primeras horas de la mañana siguiente iniciaron la marcha con destino a visitar el castillo, que vigilante permanece en el tiempo como símbolo de pujanza y poderío de tiempos pasados. En el camino, Octavio pensó pasar por la casa donde vivió su querida Paulina hasta el día que se unieron en matrimonio. Pararon unos instantes, y con mirada triste, no pudiendo evitar se le derramaran unas lágrimas, le dijo a su nieto:
-Mira Cesar, ahí en esa misma casa que ahora ves, nació y vivió tu abuela hasta que nos casamos. Ahora viven otras gentes del lugar, que desconozco-. Después de largo silencio, su nieto le observó con ternura y tomándole la mano le invitó a seguir el camino.

Por su situación fronteriza con Portugal, que lo fue hasta el siglo XVIII, Barcarrota sufrió campañas militares de asedio y devastación de los ejércitos portugueses, resultado de la disputa territorial entre Castilla y Portugal. Para su defensa se erigió en el siglo XIV un castillo-fortaleza, rodeada hoy por los edificios que, a lo largo del tiempo, se han ido adosando a sus muros quedando en el centro de la villa. Fue residencia de señores feudales, pasando a propiedad del municipio, como consecuencia de la supresión de los privilegios señoriales. Esta fortaleza tiene torres angulares, destacando como principal la del Homenaje; y en su patio de armas se construyó en el siglo XIX una singular plaza de toros, considerada de las más antiguas de la región extremeña, y en la que se celebran afamados festejos taurinos.

Recorrieron todos sus rincones a satisfacción de ambos, bajando a la plaza de toros, y como buen aficionado a la tauromaquia, que de ello sabía un rato, inspirado por una chispa de humor, pasó al centro del recinto, y así como el matador después de una buena faena, a modo de saludo al respetable aficionado, ahora ausente y la plaza en profundo silencio, dando una vuelta sobre sí mismo y con el sombrero de paja que se había feriado para evitar el fuerte calor, extendiéndolo con su mano lo agitó como dando gracias por cuanto se supone estaba disfrutando. Su actitud provocó fuerte risa a su nieto, que le dijo:

-Abuelo los que te vean van a pensar que estás loco- respondió Octavio-. Cierto es que lo estoy, Cesar, pero de puro gozo de estar aquí y contigo.

Sonaron las dos del medio día en el reloj situado en el templete sobre la Torre del Homenaje, el que desde tiempos lejanos marca el transcurrir de la vida de los barcarroteños. Nuestros personajes decidieron reponer fuerzas, y en la tarde continuar su visita a la villa.

Después de la obligada siesta, que se imponía por los efectos de la buena mesa, los efluvios del rico vino de la tierra, y los calores de un día de sol ardiente, decidieron pasar por el hermoso parque que tiene la suerte de disfrutar la villa de Barcarrota, donde sintieron alivio por el frescor relajante que despedían sus jardines y disfrutaron con la belleza que se ofrecía a su vista, por la variedad de las especies autóctonas y otras más exóticas que lo convertían en un lugar digno de admirar, de feliz esparcimiento y de mucho alivio, especialmente en fechas veraniegas. Allí pararon, sentados frente al quiosco de música, de original trazado y lugar de encuentro de los ciudadanos de la villa, especialmente en las fiestas patronales en el mes de septiembre en honor de la Virgen Patrona, y en Junio en la fiesta de los Marochos.

Les costaba levantarse para continuar la visita turística, y pensaron que no encontrarían lugar mejor para afrontar el fuerte calor que entre los altos muros de las grandes naves de las iglesias. Dirigieron sus pasos hacia la iglesia de Santiago, Construida en el siglo XIII, recién conquistado el territorio a los árabes. Goza de un hermoso retablo policromado y de un bello cuadro de la Escuela Sevillana representando a las santas Justa y Rufina. Después de esta visita, Octavio decidió coger el coche para que su nieto conociera los alrededores de la villa. Tomaron el camino antiguo de Jerez para hacer una parada en la Ermita de la Soledad, concebida antiguamente como hospital para caminantes, Es sede de la Hermandad de Nazarenos, donde albergan imágenes que desfilan en Semana Santa.

A continuación de esta corta visita se dirigieron al antiguo convento franciscano de Rocamador enclavado a unos tres kilómetros de Barcarrota, en un paraje de extraordinaria belleza, donde pudieron parar a tomar un refresco. Es un conjunto impresionante que data del siglo XVI, edificado sobre una cima peñascosa, desde donde se domina la Sierra de Salvatierra. Como dato singular, algunas de sus habitaciones están encajadas en la roca sobre la que se asienta el Monasterio. Actualmente se ha reconvertido para explotación hotelera.

La tarde estaba cayendo y el sol declinante parecía huir hacía el infinito horizonte rodeado de tenues nubes que lo abrigaban, formando un bello cromatismo multicolor. Abuelo y nieto sentados en un magnífico mirador abierto hacia poniente, silenciosamente, observaban ensimismados el espectáculo que se ofrecía a su vista, las extensas dehesas y bosques en la lejanía. Octavio también percibió entre tanto encanto la música que llegaba a sus oídos por hilo musical. Como buen amante de la música clásica desde sus años mozos comentó a su nieto:

 -Observa Cesar la maravilla que también nos acompaña, con el primer tiempo de la Sexta Sinfonía de Beethoven, titulada "Pastoral". Es como un homenaje a la naturaleza, que recuerda las alegres sensaciones al llegar al campo, expresando sentimientos. Nada tan real como donde ahora estamos. -Verdad, abuelo -contestó Cesar- parece como si quisiera despedir nuestro viaje con un regalo completo de gran belleza.

Decidieron volver a Barcarrota antes de que anocheciera, para tomar un refrigerio e irse pronto a dormir y preparar el viaje de regreso al día siguiente, pues pensaron madrugar con el fin de poder ver Mérida como habían previsto y no mucho más por el poco tiempo que tenían.

Como habían decidido, se levantaron temprano y después del desayuno partieron para Guadalajara con la tristeza del recuerdo por los felices momentos vividos en aquellos atractivos lugares. En cerca de una hora estuvieron en las puertas de la ciudad de Mérida, divisando el famoso puente romano sobre el río Guadiana y el impresionante acueducto que en parte aún permanece en pie después de casi veinte siglos de historia. A través de los tiempos ha causado admiración y asombro la monumental construcción del conjunto, Procedía el agua del Embalse de Proserpina, a 12 kilómetros de Mérida, que aún se conserva en buen estado así como las complicadas conducciones hasta la ciudad. Visitaron el Teatro Romano, que causó especial admiración a Cesar, pues Octavio sobradamente lo conocía. Después pasaron a ver el referido Museo que tantas veces le había recordado a su abuelo, donde literalmente lo hizo suyo, tomando multitud de notas de cuanto allí se expone, que es mucho e importante sobre la romanización de Hispania. Agotaron al máximo el tiempo previsto.

Antes de partir tomaron un ligero refrigerio y siguieron su marcha para llegar a descansar un rato en Trujillo. Después afrontaron serenamente la larga distancia que les separaba hasta su destino final, parando un poco tiempo para estirar las piernas, en cualquier lugar a la mitad del camino.

Eugenio

Madrid, Mayo de 2011