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Algo sobre mí

Algo sobre mí

Empleado de banca jubilado, amante de la música y la literatura, la naturaleza y las humanidades. Nacido en Guadalajara y conocedor ferviente de la provincia. Actualmente con residencia en Madrid, después de un largo peregrinar por diversas ciudades en razón a mi profesión; que ahora con ilusión trato de vivir esta nueva aventura, pues siempre he creído que la providencia nos ha dado el sueño y la esperanza como compensación a los cuidados de la vida.

21 agosto 2017

ATIENZA




“Aquel niño contaba con cuatro años cuando a la muerte de su padre Sancho III,  en el año 1158, le sucedió bajo el título de Alfonso VIII. Fueron designados, como tutor, Gutiérrez  Fernández de Castro, y como regente a Manrique Pérez de Lara, notables y poderosas familias nobiliarias. Aprovechando las circunstancias por la corta edad del heredero, su tío, el rey leonés Fernando II intenta usurparle el trono de Castilla. A ello se opone la noble familia de los Lara que, después de numerosas odiseas y vicisitudes, con el acoso de las huestes del citado rey, huye a Soria con el rey niño donde permanecerá hasta 1162, refugiándose en la fortificada villa de Atienza, que será sitiada al negarse sus habitantes a entregar el niño a su tío”

“El día de la Pascua de Pentecostés, sale de la villa, en la que estaba acogido el rey niño, una expedición de arrieros en viaje de negocios, que al llegar a la ermita de la Virgen de la Estrella notan la presencia cercana de las tropas leonesas que les persiguen. Entonces camuflan al rey niño entre sus mercadurías y permanecen bailando, como trampa, ante la ermita de la Virgen de la Estrella, burlando al ejército leonés. Después  prosiguen su camino sin ninguna consecuencia hasta la ciudad de Ávila durante siete días de camino.”

“En la mayoría de edad de Alfonso VIII, su principal preocupación fue la lucha contra los almohades, y su victoria en la famosa batalla de Las Navas de Tolosa, junto con las tropas del Rey II de Aragón y Sancho VII, el Fuerte, rey de Navarra, fue decisiva para los cristianos estableciendo los límites futuros de expansión por los territorios musulmanes.”

A nuestro célebre viajero, gran amante de Guadalajara y su provincia, hacía tiempo que tenía ilusión por conocer las tierras del norte, y en particular Atienza. Había sentido curiosidad por la famosa fiesta popular llamada La Caballada, ocho veces centenaria y que la referida villa celebra el Día de Pentecostés, rememorando los hechos históricos reseñados anteriormente, que tenía anotados en su famosa agenda de viajes.


La Caballada, Cofradía de la Santísima Trinidad, creada por los arrieros atencinos en el siglo XII, por su larga historia es reconocida a nivel nacional. Se rige por unas ordenanzas concedidas y firmadas de puño y letra por Alfonso VIII. La leyenda cuenta que el propio rey debió presenciar en persona alguna vez, durante las temporadas que pasó en Atienza con motivo de la construcción del segundo cerco de murallas.

La fiesta, declarada de Interés Turístico Nacional, se inicia en la víspera de Pentecostés con toda solemnidad y posteriores actos dignos de presenciar, destacando desenfrenadas carreras de los cofrades en sus caballerías, y el paseo, a son de dulzainas y de tamboriles hasta la ermita de la virgen de la Estrella en recuerdo de aquel hecho histórico que realizaron los antiguos arrieros de la villa. Los cofrades visten capa castellana e indumentaria de la época. Al caer la tarde se corren los caballos, por parejas, en los bajos de la villa.

La Caballada

La realenga villa de Atienza, situada en el norte de la provincia, tiene una población de unos quinientos habitantes, incluyendo la de sus lugares anejos. Ya existía en la época celtíbera, ciudadela ubicada en sitio estratégico, conquistada después para Roma por los ejércitos de Escipión. En el siglo X, en tiempo de los árabes, fue arrasada por Almanzor, que después levantaron nuevos muros los propios musulmanes, además de una fortísima alcazaba sobre las peñas que circundan la villa.

En el siglo XI, el rey Alfonso VI incorpora la villa al reino de Castilla, llegando  su máximo esplendor en  la segunda mitad del siglo XII, en tiempos del rey Alfonso VIII,  en agradecimiento por haberle liberado siendo niño de las intenciones aviesas de su tío el citado rey de León. Se volcó en dádivas y privilegios, destacando el segundo cerco de murallas y la construcción de varias iglesias románicas, de las que quedan siete en la actualidad, restauradas a través de siglos posteriores.

La villa tuvo de huéspedes a ilustres personajes, entre ellos el rey Felipe V al que la villa de Atienza ayudó durante la guerra de Sucesión. En ella también se asentaron los cuarteles generales del General Castaños, y del guerrillero llamado El Empecinado, que realizó importantes proezas bélicas  contra los ejércitos franceses durante la Guerra de la Independencia.

Nuestro viajero conocía la importancia que tiene Atienza, no sólo a nivel provincial, también por su larga historia, sus bellas iglesias, palacios y mansiones acordes con su rango, siendo considerada monumento nacional en su conjunto.

Calle de Atienza

Decidió salir temprano de su domicilio en Madrid, pues tenía intención de hacer parada en la villa de Jadraque para desayunar y después acercarse a visitar la famosa Saleta, en la mansión que fue del hacendado Juan Arias de Saavedra, quien acogió en su casa a su amigo el escritor, jurista y político Gaspar Melchor de Jovellanos, nacido en la ciudad de Gijón. En el año 1808 estuvo cumpliendo destierro en el castillo de Bellver, en Mallorca, al que le llevó Godoy por razones políticas, y a su regreso a la Península, después de su reclusión, ya enfermo y envejecido, decidió aposentarse en la referida casona para descansar y recuperarse de la enfermedad que le acuciaba.

Panorámica de Jadraque

Debe la fama de la citada Saleta, al haber sido decorada por el secretario de Jovellanos, el distinguido pintor Martínez Marina, en la que también intervino la paleta del inmortal Goya, que había llegado a Jadraque procedente de Madrid, por ser también  amigo de Arias de Saavedra y de Jovellanos, a los que inmortalizó pintando a cada uno, cuyos cuadros actualmente se encuentran en el Museo del Prado en Madrid.

Jovellanos estuvo en Jadraque durante más de tres meses, y allí quedó hasta la fecha la famosa Saleta, como muestra de la presencia de los dos personajes y de su relevante amigo Arias de Saavedra, testigos de la historia por el papel relevante que tuvieron en sus vidas.

Nuestro amigo quedó encantado por la visita y decidió acercarse con el coche hasta el  monumental castillo llamado del Cid, pues desde su altura se obtiene unas maravillosas vistas, con las sierras del norte de la provincia al fondo.

castillo de Jadraque

Parece ser que fue una importante fortaleza medieval en época de los árabes, de lo que quedan escasos vestigios. Enclave estratégico fue testigo del caminar del Cid Campeador, y tuvo mucha importancia durante la Reconquista, pero fue devastado por diversas contiendas a lo largo de su historia. En el siglo XV, el señor del lugar y obispo de la diócesis de Sigüenza, además de Gran Canciller del Reino, el cardenal Pedro González de Mendoza, fue el que se dedicó a la reconstrucción del castillo en la estructura que ha llegado hasta nuestros tiempos, no obstante haber sufrido devastaciones posteriores. El Ayuntamiento de Jadraque, actual propietario, ha venido realizando diversas obras de rehabilitación con el fin de ser un icono para el turismo de la villa.

Nuestro viajero quedó admirado ante el impresionante castillo allí erigido, si bien en sus interiores se siguen obras de rehabilitación, por lo que se deja a la imaginación del visitante la grandeza que debió de tener en los principios de su historia, especialmente cuando gozó de mayor esplendor por aquellas tierras en vida del citado cardenal oriundo de Guadalajara, una de las figuras más brillantes de la mitad del siglo XV.

Al regreso de la visita al castillo, se acercó hasta la Iglesia parroquial del siglo XVII, construida sobre los restos de una pequeña iglesia románica. Las obras fueron financiadas por el Duque del Infantado, que nos recuerda el famoso palacio que lleva su nombre en la capital de Guadalajara, y por el legado de un rico lugareño. Destacan en su interior una talla del Cristo de los Milagros, atribuido a Pedro de Mena, y un lienzo original de Zurbarán, entre otros muchos ornamentos religiosos dignos de ser admirados.

Nuestro viajero se puso en marcha con la idea de llegar a la villa de Atienza antes del almuerzo, y tratar de ver durante resto de la mañana y tarde de aquel sábado, algunos de los monumentos más significativos de la villa, pues las visitas en Jadraque le habían reducido gran parte de la mañana, pero se encontraba feliz por haber conocido otra interesante villa de la provincia, una más que venía a añadir a su agenda de viajes dedicado especialmente a los pueblos de Guadalajara y la capital.
Atienza


Poco tiempo tardaría en recorrer los aproximadamente cuarenta kilómetros que le restaban de llegar a su destino en Atienza.

Lo primero que hizo fue buscar el hotel donde había reservado una habitación para dos noches. Se aposentó, dejando su pequeño bolso de viajes, para salir rápidamente a visitar la villa.

Para ilustrarse, había oído que existía en Atienza un Centro de Interpretación de la Cultura Tradicional de Guadalajara, situado en la llamada Posada del Cordón. Y allí dirigió sus pasos. En él pudo ver una exposición permanente con más de seiscientas piezas etnográficas. Además, a través de siete pantallas interactivas se conoce el folclore de la provincia (música, danzas, botargas, faenas agrarias, literatura, oficios artesanos, etc.)  En la oficina de turismo allí ubicada se informó de cuanto le podía interesar, pues aparte de lo que él ya tenía información, sentía especial curiosidad en conocer otros sitios para visitar.

Iglesia en Atienza

Después de la visita a la Posada del Cordón, nuestro viajero había sentido la llamada del estómago, y acercándose a un lugareño se informó sobre un  sitio donde almorzar para saciar el buen apetito del que hacía gala, pues era amigo del buen yantar.  Estaba cerca el lugar y no tardó en solicitar un plato de cabrito asado que le había recomendado, además de unas migas serranas, ya que ambos platos son típicos de la zona. Satisfecho por el buen servicio y después de haber tomado un cafetito, se dispuso a dar un largo paseo por aquella villa medieval; para conocer sus calles, con sus bellos palacios y casonas, testigos de historias y leyendas con las que el viajero quisiera impregnarse, imaginando los hechos trascendentales que por allí se vivieron durante siglos.

La situación geográfica de Atienza le hizo ser punto estratégico en las comunicaciones de las dos mesetas castellanas. Su mayor apogeo lo tuvo en la Baja Edad Media, llegando a contar con diez mil habitantes, en los momentos de mayor esplendor de la segunda mitad del siglo XII y primera del XIII, siendo cabeza de un anchísimo territorio, y el pueblo entero se convierte en uno de los enclaves urbanísticos de la monarquía castellana. La villa creció entre moros, judíos y cristianos conviviendo en paz. Y Atienza se mantiene aún viva después de las muchas vicisitudes que tuvo a lo largo de su historia por un puñado de hombres y mujeres que la habitan. Su conciencia histórica la mantienen los cofrades de La Caballada, los de la Vera Cruz y de las Santas Espinas del siglo XIV, y el turismo creciente que revitaliza el latir cotidiano de la villa.

Dando un largo paseo se acercó hasta la muralla que parte de ella todavía queda en pie, rodeando la meseta en la que se encuentra la Iglesia de Santa María del Rey, pues la villa estuvo circuida de fuerte muralla desde los primeros momentos en que los reyes de Castilla se hicieron dueños, entendiendo el gran valor estratégico de su enclave.

Panorámica de Atienza

Se interesó por ver la citada Iglesia, que se encuentra al pie del castillo, en cuyo lugar estaba situado el barrio más importante de la villa, cuando se construyó la iglesia a principios del siglo XII. Es una obra grandiosa de estilo románico atencino.

Estando cerca del castillo, decidió subir hasta el gran peñón elevado y alargado del que solo queda la puerta de entrada, flanqueada de un espeso murallón, y la gran torre del homenaje, de planta rectangular con tres pisos. Desde aquel alto roquero el viajero pudo observar maravillosas vistas difíciles de olvidar.

De regreso al centro de la población, pasó a visitar la Iglesia de la Trinidad, que cuenta con una sola nave, bóveda de belleza muy en particular y varias capillas dignas de admirar. Alberga un museo de arte sacro con valiosas piezas. Destaca también el museo de la Caballada, con numerosos recuerdos históricos de la famosa cofradía.

Castillo de Atienza

También se había interesado en la oficina de información, por el lugar  de la villa donde se suponía había residido durante cierto tiempo el insigne escritor Pío Baroja, por cuyas venas también corría sangre alcarreña,  de sus antepasados en la villa de Tendilla. Le indicaron que se trataba de la vivienda, que todavía existe por el Barrio de Portacaballos, propiedad de un atencino ilustre que vivió en la primera mitad del siglo XX, y en otra ocasión alojándose en la Posada del Cordón. En la actualidad convertido en el museo mencionado anteriormente. Ya entonces Don Pío supo retratar en algunos de sus libros la villa de Atienza y su sociedad; que posiblemente lo hizo con su sensible pluma sentado en los veladores del Casino de Sociedad que existía entonces.

Asimismo trató de informarse de Don Benito Pérez Galdós, que se cree pasó por Atienza en algún momento, pues es sabido que centró una parte de sus Episodios Nacionales por aquellas tierras, aunque sin saberse el lugar exacto en que se hospedó en la villa. Pues es conocida la correspondencia que hubo entre el insigne escritor y el Ayuntamiento, cuando trató de informarse sobre determinados capítulos de la historia de Atienza.

Atienza

Nuestro viajero seguía su camino en dirección a la famosa plaza del Trigo o del Mercado, considerada una de las más bellas plazas de Castilla. En uno de sus costados se alza la Iglesia de San Juan, actualmente iglesia parroquial que data del siglo XII. Cuenta con ábside y coro alto. El resto de los límites de la plaza lo conforman edificaciones tradicionales, apoyadas en soportales de madera o piedra.  Antiguamente la plaza albergaba en su conjunto, el mercado de la villa y su comarca, manteniendo sus esencias tradicionales en el ámbito de la arquitectura popular atencina.

Atienza

A través de una estrella callejuela en cuesta, y pasando por el arco de Arrebatacapas, nuestro viajero llegó a la plaza del Ayuntamiento. Dos de sus costados están ocupados por soportales, y todo el entorno rodeado de edificaciones de varias épocas, pero muy características de la villa. Destaca un palacio del siglo XVI, con hermosísimo escudo heráldico de piedra, y el Ayuntamiento, obra del siglo XVIII, con un severo empaque arquitectónico y su torrecilla del reloj. Más un gran escudo en su fachada. En el centro de la plaza resalta una fuente del siglo XVII.

Atienza

Anochecía y nuestro viajero observaba mucha afluencia de gente por las calles, pues era la víspera de Pentecostés, día que llaman de las “Siete Tortillas”, cuando se ultiman en la ermita de la Estrella los preparativos de la fiesta del día siguiente. Y allí se consumen siete tortillas, todas distintas, en recuerdo de las siete jornadas de camino hasta la ciudad de Ávila hacia la salvación del rey niño Alfonso VIII. Había mucha expectación por parte de los atencinos para ver una vez más la repetición histórica, y de muchos foráneos por conocer los desconocidos festejos que se representan desde hace más de ocho siglos


Así pues, cansado como estaba del día tan ajetreado decidió reparar fuerzas en el mismo restaurante donde había almorzado, y retirarse a descansar para continuar al día siguiente con la visita por la villa.

Los tambores, dulzainas y cohetes anunciando la festividad, le despertaron el día grande de la villa de Atienza. Había decidido finalizar lo que le quedaba por ver  del impresionante patrimonio que goza aquella villa medieval, y participar en sus ancestrales fiestas de tanta solemnidad, que transcurrirían desde las diez de la mañana hasta el anochecer.

Atienza

El tiempo pasa mientras nosotros, el viajero y el narrador, consagramos con ardor nuestro tiempo propio a la villa de Atienza. Pronto la perspectiva de este nuevo Pentecostés, con los encantos de sus fiestas pasará nuevamente al baúl de la historia, con un año más para el recuerdo de tiempos venideros y de sus gentes.

Todo había transcurrido de acuerdo con lo proyectado por los diligentes atencinos,  que habían conseguido momentos felices de gozo y satisfacción rememorando su historia, transmitiéndolo una vez más  a propios y extraños durante más de ocho siglos.

Así lo había entendido nuestro joven ingeniero de canales, caminos y puertos, viajero infatigable por las tierras de Guadalajara, disfrutando en esta ocasión de forma  singular y memorable. Y teniendo espíritu impaciente se prometía nuevas aventuras para un futuro viaje no lejano: -Que ancha es Castilla y de la Alcarria y su entornos, aún queda mucho por ver- Pues la necesidad de conocer cosas maravillosas, suele ser la llave del mundo de los sueños.

Finalizó la jornada festiva a la caída de la tarde, después de haber visitado cuanto aún le quedaba por ver. Estaba embriagado por sus vivencias y también por los ágapes que no faltaron, pues de todo hubo; lo pasó correctamente, sin ir tan lejos como en los banquetes de estudiantes. Al final se encontraba cansado, y cuando la luna llena apareció plenamente plateada sobre un cielo azul plagado de estrellas, decidió dar por finalizada su aventura por Atienza. Antes de retirarse a descansar, y reponer fuerzas con exquisitas viandas, dedicó un buen rato, para anotar en su agenda de viajes las experiencias vividas en los dos días de su estancia por aquellas tierras, dedicando también especial recuerdo de sus pasos por Jadraque.

“La naturaleza del hombre, sus pasiones y angustias son un producto cultural, en realidad el hombre mismo es la creación más importante y la mayor hazaña de ese incesante esfuerzo humano cuyo registro llamamos historia”. Erich Fromm

Eugenio

Agosto de 2017