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Algo sobre mí

Algo sobre mí

Empleado de banca jubilado, amante de la música y la literatura, la naturaleza y las humanidades. Nacido en Guadalajara y conocedor ferviente de la provincia. Actualmente con residencia en Madrid, después de un largo peregrinar por diversas ciudades en razón a mi profesión; que ahora con ilusión trato de vivir esta nueva aventura, pues siempre he creído que la providencia nos ha dado el sueño y la esperanza como compensación a los cuidados de la vida.

18 febrero 2018

VACACIONES POR MURCIA


                                             A Antonio Barba, amante de su tierra murciana
       
Llevaban pocos días en la provincia de Murcia pasando unas vacaciones veraniegas en La Manga del Mar Menor. Estaba La familia al completo. Habían alquilado un apartamento situado en primera línea de playa, con unas bonitas vistas del mar menor y a escasos minutos del Mediterráneo, que les permitía bañarse según su preferencia en una de las dos playas, caso original que no se aprecia en otros lugares.

Un amigo de la familia les había recomendado el lugar donde pasar unos días felices, apartados del mundanal ruido, que venían padeciendo desde hace tiempo al haberse convertido su población en una ciudad dormitorio, por la corta distancia y buenas comunicaciones desde Madrid.

Octavio era persona a la que le gustaba mantener la ilusión de disfrutar de la vida cada día, y no renunciaba a los valores de la infancia y del elixir de la juventud, pues con cierta frecuencia trasmitía a sus allegados, que pensando como un viejo tenía perdida la batalla de la vida, y que no había nada tan emocionante como empezar algo nuevo, por ejemplo realizar un nuevo viaje. También comentaba, que nunca se es demasiado viejo para tener otras metas u otros sueños, que ya dijo Gandhi: "El hombre no es más que el producto de sus pensamientos. Se convierte en lo que piensa".

En el atardecer de su vida se volvía romántico y con muchos deseos de aprovechar los escasos años que aparentemente le quedaban, para disfrutar de las cosas mundanas, disfrutando plenamente con su familia y sus amigos. También era un enamorado de la música clásica, y no perdía ocasión de asistir a los espectáculos musicales del Teatro-Auditorio  Buero Vallejo de la ciudad. Vivía el día a día sin importarle gran cosa los temas monetarios, era generoso y enmarcaba sus actuaciones sin reparar en los gastos que ello pudiera suponer. Y cualquier momento de felicidad de su vida, era motivo de elevar una plegaria a la Divina Providencia de forma sencilla y emotiva, agradeciendo desde el fondo de su alma la gracia recibida.

Era el promotor de los viajes que realizaba en compañía de su nieto Cesar, principalmente por la provincia de Guadalajara. Y en esta ocasión sugirió a su familia pasar una quincena de vacaciones por la costa murciana. Aportó no solo su automóvil para desplazarse, que destinado lo tenía para su nieto, sino también el importe que costaba el apartamento, pues con buena razón dijo a su familia, qué donde mejor gastar su dinero que con ellos, y en esta ocasión la pensión extraordinaria del verano que todo ciudadano español percibe con mucha ilusión. El mismo, no obstante sus escasos conocimientos informáticos, concertó la operación por internet.

Después de unos días de esplendido tiempo veraniego disfrutando en la playa, Cesar sugirió realizar una excursión a Murcia capital, que su familia acepto sin dudarlo y lo llevaron a cabo con mucha ilusión al día siguiente. Anteriormente no habían tenido oportunidad de conocer aquella ciudad. Tenían por costumbre pasar en Benidorm y otras playas de la costa levantina las vacaciones de verano, en razón a ser lugares más cercanos a su domicilio alcarreño.


Iglesia de Jesús junto al Museo de Salcillo

Tardaron menos de una hora en recorrer la distancia hasta la ciudad. Cesar nuevamente sugirió visitar primero el museo de Francisco Salcillo, por cuya obra sentía especial predilección. Destacan las maravillosas esculturas religiosas destinadas para las procesiones de Semana Santa, que se exponen en el museo que lleva su apellido, ubicado en el Palacio Riquelme, del siglo XVI, junto a la Iglesia de Jesús, sede de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno. Edificio monumental que merece también ser visitado por la esplendidez que atesora; especialmente por la belleza de su cúpula, así como sus capillas, con los diversos pasos que representan las escenas de la pasión de Jesucristo.


Les impresionaron la composición iconográfica más representativa del barroco español, especialmente la referida a la Oración en el Huerto, maravillosa creación que deja en el visitante un recuerdo imperecedero por el profundo realismo de los personajes. Destaca en todas las figuras representativas de los pasos, su perfecta anatomía y la enorme expresividad en los diversos momentos que describe la Pasión.

También visitaron otras obras inmortales creadas por Salcillo, y de otros autores de la escuela del genial maestro, que fueron objeto de admiración de nuestros personajes.

Belén
No dejaron de ver otra maravilla de la creación realizada por la imaginación del inmortal Salcillo: El famoso Belén Napolitano, nombre aplicado en razón a sus raíces italianas, pues su padre Nicolás Salcillo, también escultor, nació en una ciudad de la provincia italiana de Caserta, en la región de Campania. El citado belén está considerado entre los mejores del mundo, completadas algunas de sus figuras, después de su muerte, por sus colaboradores. Las figuras están modeladas y policromadas en arcilla y algunas en madera, con lienzos y telas encoladas.

Se encuentran en el belén amplia diversidad de tipos humanos de la época, increíblemente realistas pese al pequeño tamaño de las figuras. Fue realizado en la última etapa de la vida del escultor.

Cuentan que Salcillo daba cobijo a mendigos en su casa, a cambio de que posaran para sus creaciones, por lo que sus esculturas son un espejo de las costumbres y temperamentos de su tiempo. Fue prolífico escultor, pero en nuestra desgraciada Guerra Civil se perdieron muchas de sus creaciones de carácter religioso.

Después de estas visitas  decidieron conocer la catedral, la que llaman Santa Iglesia Catedral de Murcia, que fue consagrada en el año 1467. Tuvo diversas reformas en el devenir de los tiempos, principalmente en los siglos XVI y XVIII.  Desde la conquista de la ciudad por Jaime I el Conquistador en 1266, la que fuera antigua mezquita fue dedicada al culto cristiano y convertida en catedral años después. En sucesivos siglos y reinados hasta la citada consagración acaecieron importantes transformaciones hasta los tiempos actuales, que ofrece un espectacular conjunto arquitectónico, y de especial belleza en sus capillas, destacando la Capilla Mayor, en la que se encuentra el sepulcro del rey Alfonso X el Sabio; la riqueza de sus puertas, la sacristía, el órgano y la sillería del coro.


Admiraron su hermosísima torre de noventa metros de altura, que goza de tener el campanario más alto de España. Con sus veinte campanas, cuando repican, es todo un alarde de sonoridad. Se trata de un destacado elemento patrimonial de la catedral y por ende de la ciudad.

Cesar no cesaba de tomar nota para enriquecer su agenda dedicada a los viajes que venía realizando, desde que determinó dedicar su futuro universitario en la Escuela de Turismo en Guadalajara. Tenía mucha ilusión por ampliar sus conocimientos en este bello universo del turismo en el que tenía puesta todas sus ilusiones, teniendo a su abuelo como un ferviente cómplice para que las viera realizadas.


Dedicaron en las citadas visitas buena parte de la mañana, por lo que decidieron pasear por las calles y avenidas de la ciudad hasta la hora del almuerzo. El joven estudiante de Turismo, comentaba a su familia que Murcia era una gran ciudad, que se abre a los sueños del visitante que desea conocer nuevos horizontes. Con mucha historia y grandes tradiciones. Tierra de fronteras. Encrucijada de civilizaciones y cruce de caminos, y  que se trataba de la séptima capital de España.

Ayuntamiento

Partieron de la Plaza del Cardenal Belluga, en la que se encontraban al salir de la catedral, centro histórico de la ciudad, que preside junto al Palacio Episcopal, el Ayuntamiento y la estatua del cardenal que lleva por nombre la plaza, cuyo personaje fue destacado benefactor de la ciudad.

Palacio Episcopal
Comentaban la delicia de pasear tranquilamente por aquella zona peatonal, sin miedo al ensordecedor ruido de ambulancias y de automóviles en general, no obstante había gran afluencia de visitantes.  Se apreciaba que la ciudad gozaba de mucho turismo.

Dejando atrás la catedral, dedicaron una mirada más a su bellísima fachada barroca; a los monumentales edificios que enriquecen la citada plaza, y a las espléndidas construcciones civiles de los alrededores, obteniendo infinidad de fotografías por parte de Cesar, fotógrafo oficial de la familia.


Pasearon por el cercano puente sobre el río Segura para observar sus serenas y escasas aguas en su saneado cauce. Río del que mucho anhelan los murcianos que goce de abundantes aguas para satisfacer las necesidades de las sedientas tierras de su rica comarca. Desde hace muchos años el Segura viene necesitando la generosa  ayuda alcarreña por los frecuentes caudales provenientes  del río tajo, a través del famoso trasvase Tajo-Segura, desde los pantanos de Entrepeñas y Bolarque, situados en la provincia de Guadalajara, circunstancia que provoca  mucha controversia  por la escasez que tienen de agua aquellos pantanos abastecedores; por lo que debería ser ejemplo para otras regiones del País extender también su solidaridad hacia esta región. Pues el agua es el vehículo de la Naturaleza que ésta nos presta para alegrar nuestras vidas.

Embelesados habían quedado de tanta belleza, que no obstante pronto sintieron la llamada del estómago y no dudaron en almorzar en una de las terrazas que por allí había. Debajo de un gran toldo se resguardaron del tórrido calor que irradiaba sobre la ciudad aquel bonito día del verano murciano, donde apreciaron gustosamente los platos típicos de la tierra.


Después de saciado el apetito, decidieron pasear nuevamente por calles y avenidas, descubriendo nuevos lugares de gran riqueza arquitectónica, que volvieron a sorprenderles por los encantos de aquella gran ciudad. Comprendieron que no podían ver en un solo día el conjunto que la enriquecía. Llegado un momento del largo paseo, Octavio sugirió dejar para otro día seguir con nuevas visitas, que mucho les quedaba por ver; pero también  el cansancio rendía sus buenas intenciones de seguir adelante. No obstante atendió una sugerencia de su hija, que gozando de acentuadas creencias religiosas, había manifestado su deseo de visitar el Santuario de la Virgen de la Fuensanta, patrona de Murcia,  que los demás aceptaron de buen grado.


El Santuario está situado a unos seis kilómetros de la capital, en un paraje privilegiado de la montaña, dominando la vega del río Segura, y rodeado de una hermosa naturaleza, con inmensos bosques de pinos, desde donde se aprecia una bonita perspectiva de la ciudad y su comarca. Es un lugar agraciado donde se respira mucha paz y relajación espiritual. Su construcción se remonta al siglo XVI, sobre los restos de una ermita medieval, y ha sido reformado en diversas épocas de su historia, especialmente sus torres. También en nuestra guerra civil sufrió expolio y un importante deterioro en su interior, siendo reformado posteriormente a la contienda de acuerdo a su diseño anterior.

En el Santuario se venera la Virgen de la Fuensanta, patrona de Murcia y sus tierras, y está al cuidado de monjas benedictinas. Es lugar de mucha peregrinación, no solo de los devotos murcianos, también de gentes procedentes de todo el país, por la importancia religiosa de aquél santo lugar, que por sagrado se tiene en razón a un manantial que originó el culto a la citada Virgen. Cuenta la leyenda que fue el lugar donde ésta se apareció en tiempos remotos.


Después de la visita, y antes de ponerse en camino hacia La Manga, pararon a tomar un refresco en la terraza de un bar aledaño al monumento, desde donde pudieron apreciar las bonitas vistas  que desde allí se apreciaban. Era la guinda que se ofrecía para su feliz contemplación, después del día tan completo que habían pasado felizmente por Murcia.

El sol del verano se alejaba lentamente rebasando los límites de la ciudad, y una luna llena ya aparecía en el lejano horizonte entre tenues nubes con un fondo de azul pálido, anunciando una plácida noche de cálida temperatura. Todavía reinaba una luz vaporosa sobre los bosques de pinos que rodean el Santuario y el Monasterio, inspirador de buenos sentimientos. Aquel sagrado lugar donde las gentes acuden para manifestar sus secretos sentimientos, y agradecer los dones y favores recibidos, invocando sus sueños objetivos y espirituales de presente y futuro

Regresaron contentos de haber pasado un feliz día, conversando en el camino de cosas humanas y divinas, repasaban cuanto habían tenido oportunidad de ver; y proyectando la agenda para el día siguiente.

Cesar recordó haber leído a G.A. Bécquer: "Hoy como ayer, mañana como hoy, y siempre igual. Un cielo gris, un horizonte eterno, y andar, andar y andar".

Eugenio

Febrero de 2018