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Algo sobre mí

Algo sobre mí

Empleado de banca jubilado, amante de la música y la literatura, la naturaleza y las humanidades. Nacido en Guadalajara y conocedor ferviente de la provincia. Actualmente con residencia en Madrid, después de un largo peregrinar por diversas ciudades en razón a mi profesión; que ahora con ilusión trato de vivir esta nueva aventura, pues siempre he creído que la providencia nos ha dado el sueño y la esperanza como compensación a los cuidados de la vida.

19 marzo 2018

MISCELANEA



Susana y Alfredo, con 21 años ella y 23 años él, ambos oriundos de la bonita ciudad de Ronda, se habían conocido hacía poco tiempo y estaban muy enamorados. Ella era una linda muchacha de cabellos de oro y las mejillas como rosas, con dos bellos ojos  de mirada profunda, y gozaba de buenos sentimientos. Mujer amable y prudente, de la que se enamoró Alfredo apasionadamente, siendo correspondido por ella en la misma medida. Alfredo gozaba de ser hombre de aspecto atlético, ancho de hombros y fuertes brazos, que demostraba gran agilidad de movimientos, conseguida su fortaleza en razón a los rudos trabajos que hasta el momento había desarrollado.

A los pocos meses de haberse conocido decidieron contraer matrimonio, pero las circunstancias laborales no les eran propicias para emprender tan importante empresa.

Un paisano y amigo de Alfredo, que había emigrado a la provincia de Guadalajara, estando de vacaciones por Ronda, y conociendo la situación en la que se encontraba su paisano, le informó que tenía posibilidades de  encontrar trabajo en las obras de construcción de la presa del pantano de Entrepeñas, situado a pocos kilómetros de la villa de Sacedón, que se venían realizando desde principios de la década de 1.950.

Al poco tiempo allí estaban los dos amigos trabajando, en duras condiciones, pero económicamente muy favorables, lo que sería positivo para Alfredo para conseguir sus ilusiones de desposar a su novia.

Al segundo año de estancia por tierras alcarreñas, aprovechando unas vacaciones,  Alfredo sugirió a su novia que podían casarse con los ahorros obtenidos y así poder vivir juntos en una casa que pensaba alquilar en Sacedón, donde vivirían hasta que terminaran las obras de la referida presa. La inauguración, prevista para el verano de 1958, la realizaría el Jefe del Estado Francisco Franco. Después pensaban comprarse una casita en la ciudad de ambos con los ahorros que habían calculado.

Susana quedó emocionada por tan esperada noticia, que pronto comunicó a su familia. El manifestaba que no podía estar tanto tiempo sin verla y le confesaba con sinceridad su amor incondicional por ella; al oírle a ella le brillaron sus bonitos ojos y le abrazó y besó con pasión olvidándose de todo recelo y prejuicio.  Se prometieron amor eterno.

Fue dura la espera hasta que llegara aquel momento en el que tenían puestas sus ilusiones y mucha esperanza. Alfredo ya había decidido buscar la vivienda que había comentado y comunicó a su novia que se casarían en las vacaciones del próximo verano. Fueron días de mucho gozo pensando en el feliz porvenir que tanto ilusionaban.

Al regreso Alfredo lo celebró con sus compañeros de trabajo en alegría compartida, exteriorizando la emoción que sentían por el enamorado compañero;  entre bromas y chanzas burlescas sobre el nuevo estado que el compañero iba a vivir, disfrutaron además de un ágape regado de bebidas de todo tipo por el feliz acontecimiento. Reinaba buen humor y con ánimos algo encendidos por el alcohol ingerido, se dieron en hacer apuestas por ver cuál de ellos era el más rápido en cruzar la presa sobre ambos muros, a derecha e izquierda de la calzada por la que en su momento pasaría el tráfico rodado y las personas.

Alfredo lo hizo por un lado y su amigo y paisano por el otro, que después lo harían los demás de la cuadrilla que formaban. En ello iban sin reparar el peligro que asumían. Al aproximarse al centro de la presa donde se retranqueaba el muro para formar un mirador, Alfredo tropezando en un saliente de la obra todavía no terminada, perdió el equilibro cayendo al agua desde una altura cercana a los veinte metros. La desgracia se acrecentó al no saber nadar. Ante la atónita mirada de sus compañeros nada pudieron hacer para salvarle. Tardaron varias horas en recuperar el cuerpo del desgraciado joven, cuando llegaron los servicios de socorro y en una barca le sacaron ahogado.

Los compañeros estaban aterrorizados y no acertaban a comprender, de qué forma tan estúpida habían perdido a un compañero que, minutos antes, estaba tan ilusionado por ver realizados sus sueños.

Comunicaron la desgracia a su familia y a su novia, pero a ésta no la encontraron. Sólo vieron una nota que había dejado en la mesa de su dormitorio: “No puedo soportar su muerte, deseo que me enterréis en la misma sepultura junto a Alfredo”.

Al poco tiempo corrió la noticia por la ciudad que una joven se había tirado al vacío desde el famoso puente que corona Ronda.

Doble tragedia que puso en luto a la bonita ciudad. Las dos familias decidieron cumplir con los deseos de aquella joven enamorada, unirlos en una misma sepultura, juntos toda la eternidad.

No hay barricadas que detengan la fuerza del amor…

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Sucedió en una villa alcarreña, donde un matrimonio poco avenido y mucho en discrepancias, teniendo libre una parcela  de tierra después de la sementera para el cereal de su sustento, y de los animales que utilizaban para la labranza, y también para los que servían de alimento, decidieron cada uno sembrar por su cuenta: El hombre sin decirle nada a la mujer, plantó escarolas y lechugas. La mujer, sin decir nada a su marido, plantó garbanzos y judías.

Cuando ambas semillas empezaron a brotar, la mujer arrancó los brotes de lo que había sembrado el marido, pensando que eran malas hierbas. Asimismo hizo el marido con lo que había sembrado su esposa, llevado por el mismo error.

Así no creció nada de cuanto habían sembrado.

El escaso diálogo, que en ocasiones acompaña también el desmedido amor propio o desamor, vanidad y soberbia, como ocurre en muchas de las aventuras humanas, se olvida la sencilla y humilde comprensión que debe prevalecer en las personas con buenos sentimientos, amantes de la paz, de la concordia y del mutuo entendimiento.

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Cuentan de Santa Teresa de Calcuta, ejemplo de virtudes, que estando invitada a la apertura de un congreso eucarístico internacional en la ciudad de Bombay, presidida por el Papa Pablo VI; por el camino hacia aquél acto, se encontró a dos moribundos, que parecía un matrimonio, que estaba junto al abrigo de un árbol. Representaban el mal fruto de la miseria en la que vive gran parte de nuestro mundo, y especialmente las gentes de aquél lejano país en el que se encuentran grandes contrastes en la vida de sus ciudadanos.

Aquella Santa mujer que vivió hasta su muerte en favor de los más necesitados, se detuvo para atenderles cuanto pudiera en lo que aquellas pobres personas necesitasen. Poco pudo hacer por aquél el hombre que en sus brazos murió. La mujer que sobrevivía casi sin aliento, que solo era un manojo de huesos, a duras penas la cargó sobre sus hombros, con la ayuda de una compañera, la llevaron a un centro de su congregación donde la atendieron salvando su vida, una más de cuantas hubo en su larga historia.

Después siguió su camino, pero ya entonces la ceremonia había concluido. Se justificó ante su Santidad, que no había podido asistir por atender cosas importantes, salvando una vida humana, pero que estaba triste por no haber podido salvar a otra vida que también lo merecía.

Recibió la bendición de Pablo VI y siguió su camino haciendo siempre el bien. Muchas como ella harían falta para que este mundo marchara mejor.

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El sainete va a empezar. Se apagan las luces. Se eleva el telón lentamente.

Por un lateral del escenario aparece Puigdemónt. Detrás le siguen sus fieles aliados en su plan de sedición. Todos vienen de negro entonando la canción Els Segadors. Después se hace un silencio sepulcral. Vienen de enterrar su particular república bananera, y el Puigdemónt empieza a parlar, otros dicen delirar: ¿Qué habremos hecho Señor para merecer este final, cuando solo pretendimos la arcadia feliz para nuestro pueblo? Y ahora estamos huidos, la Justicia nos persigue y a punto de estar presos, la mazmorra nos espera. La tristeza nos embarga, que así harán con nuestros bienes, que tanto esfuerzo costaron a cuenta del tres por ciento, que a buen recaudo por Andorra se enviaron con mucho tiento. Por Bélgica no quieren ni vernos, y Europa nos da la espalda por más que intentamos  quererlos.

Nosotros que alcanzamos la conciencia de la verdad universal, ahora nos hacen adjurar de nuestro sabio ideal. Y yo como gran líder que soy, conducir quiero a mi pueblo hacia horizontes de ensueño, liberándole de las cadenas del Estado que nos roba y nos subyuga.

En el otro lateral del escenario, aparece entre barrotes un hombre gordito que parece ser bizco, que en su afán nacionalista ha seguido a su jefe hasta el final, y en una cárcel se encuentra redimiendo lo que muchos empezaron y unos pocos terminaron la locura de su empresa, que por bien pensado tenían y malamente terminaron.

Traidor y cobarde le llama con voz altisonante al que fuera su presidente, y añade: “Aquí postrado estoy mientras tú de libertad disfrutas, tus afines con lisonjas y aplausos te tienen y hasta admirado por algunos infelices te sostienen. Tus numerosas simplezas me hacen sospechar que la cárcel eludes, aunque por iluso te tienen y cuentan que el sentido común perdido lo tienes”

Un espectador comenta con su vecino de butaca: Y aquel compañero de mirada extraña, que entre barrotes se explaya con diatribas vanas, veremos qué pronto sale con una ligera fianza, pues todos al final adjuran, reniegan de sus malsanas intenciones sobre la fantasmal república, aunque falsamente sea.

Por el centro del escenario aparece un mago que representa al Gran Solucionador, que pausadamente se dirige a Puigdemónt: “Deja de dar paseos por las calles y platós de la Bélgica luterana, que en tiempos pasados dominaron nuestros tercios, y entrégate a la Justicia de España, y verás que bien te trata; pues aquél tu compañero que entre barrotes platica, pronto estará en libertad  por una ligera fianza, pues todos los implicados en tan fantasmagórica misión estarán pronto en casa, a pesar de haber convertido aquella bonita región en El Patio de Monipodio. Y tu infeliz preboste que juegas con tu destino y el de muchos de tus paisanos, a qué esperas si todo lo tienes perdido, que lo que ha empezado en sainete, ha terminado en ridículo, burlesco y extravagante.

Entre largos aplausos, baja el telón, que el primer acto ha terminado, pero la función sigue, que el decorado y los actores se renuevan.

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Aquella mañana primaveral Octavio había convencido a su nieto Cesar, para dar un paseo por los jardines de la Concordia y los de San Roque, lugares muy frecuentados por la población alcarreña, disfrutando del frescor que por ellos se sentía, y contemplando los densos arbolados y armoniosos jardines de singular belleza, que irradiaban serenidad y gozo su contemplación.

Llegaron hasta el final del parque que lleva su nombre en razón a la ermita construida hace muchos años en honor a San Roque. A este Santo se le conoce en la tradición cristiana, junto a San Cristóbal y San Rafael, como patronos de quienes realizan peregrinaje. Nació en Montpellier, Francia, entre los siglos XIII y XIV.

Parece ser que pertenecía a familia adinerada, quedando huérfano en su juventud. Influido por la cita del evangelista Mateo, vendió su herencia para dársela a los pobres, con el deseo de seguir una vida de pobreza, enseñar la fe cristiana y servir a los enfermos. Fue peregrino desplazándose a Roma, recorriendo otras ciudades de Italia, atendiendo a los más necesitados, especialmente a los afectados en su época por la peste.

Parece ser que en Venecia, en ocasión de la pandemia por la citada enfermedad,  fundó una cofradía dedicada al hospedaje y curación de enfermos, Por esta razón se le considera el santo protector de la peste y de otra clase de epidemias.

Es muy venerado en el citado barrio que lleva su nombre en la ciudad de Guadalajara, y se cuenta que realizó hechos extraordinarios entre los enfermos que acudían implorando su curación. Fue canonizado por la Iglesia Católica en 1584, celebrando su festividad el l6 de Agosto.

Cesar, te cuento lo referido a San Roque, cuya ermita observas está situada a extramuros de la ciudad, al final del citado barrio y de los jardines que también toman su nombre, por tratarse de uno de los grandes santos populares que ha suscitado mucha devoción en todo el mundo, por los favores que se le atribuyen a lo largo de los siglos; y así parece que ocurrió en épocas lejanas por hechos acaecidos en Guadalajara en tiempos que azotó la peste, razón por la que se le erigió la ermita que ahora contemplas.

Y ahora Cesar, te contaré un hecho extraordinario que ocurrió en esta ermita, me disculparás si ya te lo he narrado en alguna otra ocasión, que a estas alturas de la vida uno se vuelve algo desmemoriado y por ende repetitivo. Como me lo contaron te lo cuento. Corría el mes de abril de 1965 y les ocurrió a una buena mujer que habitaba en este barrio, por cuyo santo sentía especial devoción, y a su hijo, que le acompañaba. Ambos llevaban en un cochecito para bebés, a una niña, nieta e hija respectivamente de ambos personajes.

Al llegar a la ermita, el padre quedó algo desplazado contemplando la belleza del panteón icono de la ciudad, que, cercano de aquél lugar, se eleva majestuoso con su magnífica cúpula de cerámica vidriada. Goza en su cripta de impresionante grupo escultórico representando el cortejo fúnebre de la Condesa de la Vega del Pozo y Duquesa de Sevillano, impulsora de aquel monumento, considerado uno de los mejores conjuntos arquitectónicos del siglo XIX. La ilustre señora se distinguió también por su atención a los más necesitados de la ciudad de Guadalajara.

Mientras la abuela estaba orando ante San Roque, sintió un fuerte golpe sobre el cochecito donde dormía la niña, que había quedado debajo de un tejaroz, previo a la entrada de la ermita. La abuela desesperada observó como una recia viga de madera que estaba reforzando una columna que sustentaba el tejaroz del atrio, se había desprendido cayendo sobre el cochecito en el que dormía la niña. La abuela con las manos sobre su cabeza, y el padre acudió rápido con el horror que produce un funesto presagio, pues pensaron que a la niña le había pasado lo peor. La tomaron en sus brazos y rompió a llorar desconsoladamente, más por el susto que por herida alguna que se le apreciase. No obstante la llevaron al hospital que estaba cercano al barrio, donde les confirmaron que la niña se encontraba perfectamente.

La evidencia para los atribulados familiares y entre los vecinos del barrio y extendido por la ciudad, era que San Roque había salvado la vida de la niña. Otros pensaron que fue fruto de la casualidad.

Cesar, yo lo dejo a criterio de unos y de otros, como así suele ocurrir en hechos  extraordinarios. Es cuestión de fe. Pero aquella familia creo que quedó marcada para siempre, al considerar que la salvación fue fruto de la Divina Providencia llevada de la mano de este venerado Santo.

Lo que fue muy acertado es que la Hermandad de la ermita consideró que había que dejar terminados los trabajos de restauración que tenían abandonados. Como suele ocurrir en toda aventura humana, que se recurre a subsanar problemas cuando ha ocurrido una desgracia.

Creo abuelo habértelo oído en alguna otra ocasión, pero no deja de ser una historia curiosa, que se presta a diversas interpretaciones. Lo que resulta evidente, milagro o casualidad, es que aquella familia lo debió de pasar muy mal, y ellos optaron por considerar lo primero, sus creencias les llevó a ello al considerar que el hecho pudo terminar en tragedia.

Era cercana la hora del almuerzo  cuando decidieron tomar un aperitivo en un bar cercano, para retornar después a casa, que el ama de su hogar les había llamado por el móvil, para comunicarles que la paella estaba esperándoles en un rato.
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Marzo de 2018

Eugenio




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